En los últimos años, el folclore argentino está experimentando un notable resurgimiento entre los jóvenes, especialmente en el rango de 25 a 34 años. Según datos de Spotify, las reproducciones del género folclórico en ese grupo etario aumentaron en un 24 % y representan ya un 33 % de los oyentes totales del género en la plataforma.
Un claro ejemplo de esta tendencia es Milo J, con su álbum La vida era más corta. El proyecto reúne canciones que combinan la música urbana con elementos del folclore, como el bandoneón, la guitarra criolla y colaboraciones con referentes históricos del género, incluyendo a Soledad Pastorutti, Los Carabajal y Peteco Carabajal. Su enfoque contemporáneo logra acercar la tradición folclórica a un público joven y urbano, manteniendo la esencia del folclore pero actualizada al estilo moderno.
Por otro lado, Cazzu, con el disco Latinaje, incorpora sonidos folclóricos de su provincia natal y los fusiona con ritmos pop y urbanos. Su propuesta demuestra que la música tradicional puede dialogar con las tendencias actuales y conectar con nuevas audiencias.
Este auge del folclore entre jóvenes no es solo un fenómeno musical, sino también cultural. Refleja un interés por mantener viva la identidad argentina y reinterpretarla de manera innovadora. La combinación de folclore y modernidad —como lo muestran Milo J y Cazzu— consolida al género como un puente entre generaciones y estilos musicales.