Hace 35 años, María Soledad Morales tenía 17 años cuando un grupo de hombres la agredió sexualmente y la asesinó en San Fernando del Valle de Catamarca. La noche del 8 de septiembre de 1990, en lugar de regresar a su casa, su novio, Luis Tula, la llevó a una fiesta junto a un grupo de jóvenes catalogados como “hijos del poder”, donde ocurrió la agresión fatal.
Ocho años después, en 1998, Guillermo Luque, hijo del entonces diputado nacional Ángel Luque, fue condenado a 21 años de prisión, aunque solo cumplió 14. Luis Tula recibió una condena de 9 años. Ambos se encuentran actualmente en libertad. Testigos mencionaron a otros involucrados, como Pablo y Diego Jalil, sobrinos del entonces intendente Arnoldito Saadi, y Miguel Ferreyra, hijo del jefe de la policía, quienes no fueron condenados.
El caso tuvo un impacto político significativo: Carlos Menem intervino el Poder Judicial, Ejecutivo y Legislativo de Catamarca y destituyó al gobernador Ramón Saadi, en el marco de un reclamo generalizado por justicia.
En respuesta a la impunidad y las amenazas, se organizaron las “marchas del silencio”, impulsadas por la hermana Martha Pelloni, rectora del colegio al que asistía María Soledad. Las estudiantes y la comunidad se movilizaron para pedir justicia de manera simbólica, convirtiéndose en un movimiento replicado en distintos puntos del país.
Aunque solo dos personas fueron condenadas, se estima que más hombres participaron en el crimen y todavía se reclama justicia. El caso de María Soledad Morales se convirtió en un precedente clave en la visibilización de los femicidios y en la lucha contra la violencia de género en Argentina.