(Por Guadalupe Rodríguez)– El Cabin de Comodoro Rivadavia no surgió por casualidad. Fue el fruto de una comunidad que creyó en un sueño: acercar los tratamientos oncológicos a la región y evitar que los pacientes tuvieran que viajar a Buenos Aires para recibir atención especializada. Jorge Brugna, director médico del centro, recuerda los inicios y la evolución de esta institución que hoy es un referente en la Patagonia.

Brugna relata que su vocación médica nació casi por azar, inspirada en la ilusión frustrada de su madre de estudiar medicina y en un contacto cercano con profesionales de su ciudad natal. “Terminé Medicina en La Plata en seis años. Me fascinaba la clínica, me maravillaba la medicina”, recuerda en diálogo con Del Mar Digital.

Desde entonces, el Cabin ha evolucionado constantemente. La llegada de la oncóloga Maribel Luteral en 2003 y la incorporación de aceleradores lineales de última generación transformaron los tratamientos, mejorando la precisión y la eficacia terapéutica. “Los aceleradores lineales cambiaron radicalmente los tratamientos, con lo cual cambiaron la eficacia y la sobrevida de los pacientes”, asegura Brugna.

Más allá de la tecnología, Brugna destaca la importancia del equipo humano que hace posible el funcionamiento del Cabin: médicos, psicólogos y personal de acompañamiento terapéutico trabajan en conjunto para brindar atención integral. “No hay nadie imprescindible. Cabin es un equipo de gente maravillosa, que sigue desarrollando nuevas modalidades terapéuticas para tratar el cáncer, cosas que no se hacen en otro lugar de Argentina”, afirma.

Hoy, el Cabin no solo es un centro de tratamiento oncológico: es un símbolo del compromiso de Comodoro Rivadavia con la salud, la innovación y el trabajo en comunidad.

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